jueves, 20 de noviembre de 2008

A VUELTAS CON LA CAPILLA "CHICLINA"

Este blog de hoy lo dedico a ese tema tan controvertido que el Partido Popular se ha empeñado en politizar pidiendo la reprobación del actual ministro de Asuntos Exteriores, el señor Moratinos, por el despilfarro que supuso la inversión en realizar una obra de arte en la cúpula de la sede de Naciones Unidas en Ginebra. No voy a entrar a indagar en los oportunismos de quienes se pasan la vida criticando los actos del gobierno porque precisamente no comulga del todo con su forma de pensar, sino en la pregunta que continuamente me hace la gente, pues no entienden la exagerada relevancia de ese pintor español nuestro. Bueno, quienes ignoran la comprensión de tales avatares les suceden dos cosas: o no tienen memoria histórica o tienen graves desconocimientos básicos de los requisitos culturales de toda civilización. He puesto en el encabezado la alusión burlesca de una de estas personas que creen que la sabiduría está en la senda del no dudar, llamando a la cúpula de Barceló, Capilla Chiclina. La alusión es de mal gusto de quien considera tal obra de mal gusto.
Indaguemos este punto, la historia del arte siempre ha constituido en nuestro mundo occidental una sabia dialéctica entre modas de buen y de mal gusto. Umberto Eco publicó recientemente dos libros, contraponiendo el uno con el otro como si fueran imágenes especulares de una afirmación y una negación, sin alcanzar la sugestiva ironía dialéctica que enfrentaba los contrarios con una síntesis basada en el desafío al libre albedrío del lector que tan bien hizo el escritor argentino Julio Cortázar en su genial novela Rayuela. Estos dos libros se titulan respectivamente: "Historia de la belleza" y "Historia de la fealdad". A mí personalmente la obra pictórica de Barceló me parece maravillosa. Me encanta esa forma de retar a los valores plásticos delimitados en un marco y en una superficie lisa hasta alcanzar unos sinapismos escultóricos que rompen contra toda norma que nuestra percepción nos ha sabido imponer a la hora de contemplar cualquier obra de arte. Personalmente, sus grabados no me gustan, así como sus apuntes, que son auténticos churros de manualidades. Me horrorizan sus cerámicas, ese afán de presentar ánforas rotas y alabeadas como resucitando la sugerencia de Salvador Dalí de hacer duros los objetos blandos y blandos los duros, me parece impresentable. A mi entender, el mejor Barceló es cuando hace abstracciones con esos sinapismos tan suyos. Eso que llaman los vulgos, gotelé o esencia de chicle.
Por tanto, considerar su obra de buen o mal gusto es como sucede con toda obra, una cuestión subjetiva. Y ahora paso a responder esa pregunta que tanto me hacen; "¿Es tan bueno que se merece que sólo se hable de él?" No puedo responder a esa pregunta con concisión, hay muchas cosas de la vida que no se pueden explicar, con el arte sucede lo mismo. Se ha hablado mucho en Estados Unidos de George Condo, en Sudamérica de Fernando Botero, en la Europa anglosajona de Anish Kapoor, en Alemania de Anselm Kiefer o en Australia de Peter Callas, así como ha habido una clara línea sucesoria a través del tiempo, dentro de lo que Charles Simonds llamó jocosamente "cultura espiral". Pero de todo eso es de deducir un factor que me llama la atención y parece encontrarse en esas fuerzas telúricas, que al igual que sucede con las olas del mar, hace generar cierto perpetuo movimiento de cambios de gustos y de modas. Tales fuerzas significan conpiscuamente la alternancia entre acción y reflexión siempre que no signifiquen contraposición entre ambas. En nuestra más acendrada modernidad, las fuerzas actoras serían las que se hallan en el escenario a la vista de todos: los artistas, de cualquier clase y modalidad. Las fuerzas reflexivas corresponden a los historiadores cuando la mirada tiende hacia las consecuencias futuras del acto presente y a los críticos quienes prefieren mirar el producto artístico con los bretes de sus experiencias pasadas, para establecer las coordenadas que exigen los aturdidos espectadores.
Durante las distintas épocas desde que Kant demostró que la cuestión de la valoración del gusto nunca podía constituirse como fenómeno externo de la conciencia, parece que se han sucedido esos vaivenes en los que una fuerza aparentemente se imponía a la otra. Digo parece porque en realidad anteriormente las fuerzas estaban coercitivamente reprimidas por la preponderancia de la Razón, sea divina o pagana, aún cuando el arte era antes una cuestión artesanal que trascendental. Pero la vista en perspectiva del tiempo presenta unas valoraciones obviamente distintas que las que vivieron en su momento. Ha habido una importante línea de críticos que alzaban con su voz influyente repercutiendo en la época según como nos muestran los historiadores de arte. Diderot fue el crítico del Neoclasicismo tardío; Emile Zola del impresionismo así como el inglés Roger Fry lo sería del postimpresionismo con todas sus sensibilidades derivadas; Kahnweiler, del cubismo; André Breton, del Surrealismo; el americano Clement Greenberg, del expresionismo abstracto y del arte pop para finalmente considerarse a Arthur Danto como el admonitor del Minimal Art a la vez que se apunta a George Dickie por un lado, al alemán Gunther Anders por el suyo y al ruso Boris Groys por el otro en el momento actual de incertidumbre teórica.
Con esto pretendo ilustrar que si bien no hace mucho tiempo, -cuando yo estaba terminando mi carrera cayó en mis manos un interesantísimo artículo del pintor Luis Gordillo cuyo título no recuerdo bien, en el que hablaba de la época del momento como una hermosa época para pintar porque el campo del arte estaba tan desorientado que se podía permitir hacer cualquier cosa y tener sus buenas posibilidades de éxito para exponer-, triunfaban en Inglaterra un derivado Neo-pop; en Alemania, el Neoexpresionismo; en Italia, la Transvanguardia y en los países del Este, el Realismo socialista, así como el Realismo capitalista en el resto de Europa con exclusión de los países mediterráneos. Y la voz autorizada de Danto resonaba por los cuatro costados. Pero luego esa voz crítica perdió su plausibilidad, tal vez por no haber sabido defender los criterios del minimalismo europeo patentado por Joseph Beuys y se produjo la eclosión artística que capitalizaría en dos fenómenos que sustituirían con sus potentes faros a las voces de los críticos: en Europa se ha elegido como voz cantante a Miquel Barceló, por sintetizar en sus primeras obras las dos principales sensibilidades europeas en una síntesis muy personal: el Neoexpresionismo y la Transvanguardia y en Estados Unidos a George Condo, quien iría más allá en sus atrevidas indagaciones sobre el surrealismo gestual del Expresionismo Abstracto.
De este modo, alcanzaron la fama mundial ambos artistas, uno metiendo más ruido que un elefante en una cacharrería y el otro con total discreción e incluso hasta de forma ajena a su voluntad.
Como pintor personalmente, estoy encantado con la idea de que la crítica necesite un revisionismo con el que se tenga que liberar de las impurezas teóricas de las que se ha ido impregnando con el tiempo. Pero por otra parte, me decepciona saber que tanto la clase política española como el mundo de los críticos, esos mismos que tan mal se llevan con el gran artista mallorquín, no están haciendo ningún esfuerzo por hacer que el público dirija sus ojos a los magníficos artistas españoles que hay ahora mismo. Mencionaré unos cuantos: Juan Uslé, García Sevilla, Perejaume, Fernando Bellver, Susana Solano, José M. Broto, Chema Cobo, Cristina Iglesias ... Me he puesto a pensar qué tal quedaría una cúpula con cualquiera de estas firmas, aunque no se cuente con un Barceló.
Entonces, se podría soñar con este tópico universalizante de incluir a un español en ese tan conocido chiste sobre el mejor de los mundos: junto a un cocinero francés, a un policía inglés, a un amante italiano, ... ¡¡no estaría de más un pintor español!!

martes, 14 de octubre de 2008

LA IMPORTANCIA DE LOS DETALLES

Me encamino de nuevo a hablar de hechos cotidianos en mi blog de hoy. Resulta sorprendente, a primera vista, cómo no pocas veces me han hecho a mí la siguiente pregunta tan sencilla de un conductor o transeúnte perdido y desorientado: "¿Me puede decir cómo se va a la M-30 o a la M-40 o se sale para Burgos, ...?" Preguntas así las he escuchado con mi más que deficiente oído en diversos idiomas hasta en chino (que es de suponer). Y es que parece ser que no podría ser demasiada casualidad que sea yo quien reciba más preguntas de este tipo que los demás, sino que la realidad está en que se pierde muchísima gente en esta pequeña ciudad mesetaria en la que vivimos.
Tenemos muy buenas carreteras de circunvalación, magnífica presentación de las calles, excelente iluminación nocturna, puentes y túneles de sobrada calidad -aunque los de la M-30 todavía se inunden fácilmente en cuanto caen cuatro gotas-; nuestra ciudad es minúscula en comparación con muchas capitales de otros países; es un lugar donde teóricamente es fácil deducir que Burgos está al norte y Toledo al sur. Y es una ciudad a vista de pájaro que tiene casi todas sus manzanas como trazadas a tiralíneas. Quien dude de esto que digo que lo compruebe con el satélite del programa visor Google Earth. Todo muy bien, de altísimo nivel, para pedir que Madrid sea candidata a los Juegos Olímpicos que sean. Pero algo falla, ¿por qué tanta gente se pierde? Será que los forasteros son tontos perdidos, con lo fácil que es orientarse en nuestra ciudad.
Vamos por partes: en primer lugar, Madrid no sigue una estructura típica de una ciudad denominada capital de un país europeo. La mayoría de ellas siguen o una estructura circular, como París, Londres, Moscú, Berlín; o una estructura cuadrangular como Roma, Budapest, Viena, Varsovia, ... Madrid sigue una estructura triangular, de ahí su peculiaridad. Hay que tener en cuenta que estamos ante el caso de una ciudad que no ha estado preparada nunca previamente, en primer lugar a ser capital de un imperio, en segundo lugar a ser centro neurológico de un concepto importado del país vecino: el centralismo y en tercer lugar, a ser una ciudad dormitorio de emigrantes. Es un caso de gran ciudad construida sobre el momento que tocase a su suerte. Pionera en derribar una muralla de la que quedan menos restos que ninguna otra ciudad relevante en el mundo, pionera en desestructurar el centro construyendo una vía para unir el este con el oeste de la ciudad, expropiando y derribando prácticamente todo el gran Madrid galdosiano del centro para construir esa llamada Gran Vía, que es la más pequeña de todas las Grandes Vías, pionera en ensanchar hacia el sur hasta horizontes no imaginados las fábricas y ciudades dormitorios para los menos desafortunados, de modo que el norte pasase a ser el "Madrid de los ricos y el sur el Madrid de los pobres".
Bueno, ya no importa esto ahora que no existen estas diferencias, pues todo esto que cuento ya forma parte de la historia de una ciudad. Además, no implican en la cuestión de la que estamos hablando ahora. Tan sólo quiero ilustrar aquí que Madrid es una ciudad hecha sobre ruinas de estratos. Me pregunto cómo se habrían conservado los ancestros y los monumentos de haber existido un gran Imperio Madrileño en lugar de uno Romano. Tal vez ya no fueran iguales las cosas. Pero intuyo que en Roma no se pierde la gente tan fácilmente como aquí.
Yendo por partes, hay que decir que la cuestión es que la gente se pierde por culpa de un detalle importantísimo para la mayoría de los usuarios de las carreteras y vías de circulación: los carteles. Los carteles de casi todas las principales vías de entrada y salida a la ciudad están mal indicados. El otro día yo regresaba de Alcorcón bajo una fuerte tempestad, seguí la M-40 para tomar la M-30 según como tenía acostumbrado. Caía una fuerte tempestad, y tal vez haya sido por eso que haya prestado más atención a los carteles pues fuera de la carretera no se veía absolutamente nada. Tomé la variante según lo indicado, un exiguo cartel diciendo: M-30, así como lo indico, M-30, nada más. Poco importa que quien venga por primera vez de Logroño a Madrid no sepa qué significa "M-30". Lo tomo, pero luego los carteles que deberían indicar "M-30" desaparecen totalmente. En su lugar aparecen otros, unos diciendo A-45 Toledo, otros A-3 Valencia. Yo ya sabía por experiencia que si sigo los carteles A-3 Valencia, llego a la querida M-30. Pero ¿qué pasa con el pobre hombre o pobre mujer de fuera que quiere ir a Burgos?
Los españoles acostumbramos a reírnos mucho cuando vemos ciertas escenas que se producen en las películas sajonas, un hombre que se supone influyente le pide a otro que se supone subordinado: "explíqueme esto como si yo tuviera cuatro años". Por no querer llevar a la práctica la explicación más clara de los mínimos detalles, cometemos los errores más banales. -no pretendo generalizar-; pues de eso se trata, de acoger al que viene de fuera a visitarnos indicando cómo se va a todos los sitios como si tuvieran cuatro años. Si somos más claros con los afiches, ahorraríamos muchos disgustos adicionales por retrasarnos por perdernos y por indicar a los pobres sufridores que pasan por nuestra ciudad cómo se rectifica su trayectoria querida. Como aquella vez que me ocurrió a mí con un señor cuya única forma de comunicarse con los españoles era un rudimentario inglés colindante con un esperanto peculiar, a quien le tuve que indicar el camino correcto con un rotulador negro para recordarle dónde estába, uno azul para la ruta y uno rojo para la llegada, debidamente marcados en su mil veces manoseado mapa. Así se lo tuve que explicar, como si tuviera cuatro años.
Espero que para la elección de Madrid como posible centro del mundo con motivo de las Olimpíadas aprendamos la importancia del detalle para mejorar nuestra imagen como ciudad anfitriona. Como dice Aby Warburg en una frase que me gusta mucho: "Dios está en el detalle".

viernes, 10 de octubre de 2008

JUAN RULFO I


Dedico mi post de hoy a escribir una introducción sobre uno de los primeros escritores gracias a los cuales me interesé vivamente por la literatura. La experiencia de haber hojeado a mis dieciséis años por primera vez "Pedro Páramo" fue para mí inolvidable. Me encontraba aquel día de verano en la casa de mis abuelos, acababa de terminar el curso y habíamos estudiado toda la literatura española y sudamericana. Precisamente el último tema que dimos fue el estudio sobre la obra, brevísima obra de Rulfo. Mi abuela, que leía mucho, tenía en su biblioteca un ejemplar de "Pedro Páramo" encuadernado con tapas duras de color crema. Espoleado por la curiosidad, -pues mi profesora hablaba mucho en clase acerca de la personalidad de este escritor, hombre que había sufrido mucho en su vida, al ser huérfano en su infancia y llevar una vida solitaria sin más entretenimiento que los libros de la extensa biblioteca de sus tíos-, cogí el ejemplar y me lo llevé a la terraza. Mi impresión fue inolvidable. Me llamó la atención el lenguaje tan parco y lacónico del texto. "Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo." Así empezaba, de esta forma tan sencilla, nada de retórica, nada de florituras, ¡poesía pura en prosa! ¡Con qué rapidez me vi trasladado al 'desierto' mexicano, con su calor insoportable, con su "olor envenenado de las saponarias", con el interminable camino hacia la boca del infierno! Leí dos o tres páginas. Páginas densas, muy densas, como todo el libro, que apenas tiene 120 páginas. Pero lo que me intrigó fue la martilleante frase de la madre del protagonista que en su lecho de muerte le encarga ir a buscar a su padre. "El olvido en que nos tuvo, mi hijo, cóbraselo caro." No había ido a Comala para reconciliarse con él, sino para vengarse. Recuerdo que después de devolver el libro a su sitio en la estantería, no paraba de pensar en esa frase tan cargada de fuerza, de resentimiento, de odio.
A mi vuelta a Madrid, compré el libro en una edición que incluía algunos cuentos, no todos, de "El llano en llamas". La lectura del libro es difícil, aunque estimulante por ese lenguaje tan claro y terso, tan lleno de poesía, difícil por su estructura, por esa confusión plástica y narrativa de los acontecimientos, confundiendo en ocasiones la frontera entre el mundo de los vivos y el mundo de los muertos. Está dividido en muchos pasajes no enumerados, y no tiene ningún orden cronológico, es como un puzzle que el lector debe recomponer, para reconstruir la historia de un pueblo muerto, de un paisaje muerto, de gente muerta que vuelve a la vida.
Juan Rulfo es un caso singular en la historia de la literatura. Sólo publicó dos obras, esta novela de la que estamos hablando y un libro de cuentos. Nada más. Se cree que no escribió nada más, incluso. Cualquier texto que por alguna causa por muy pequeña no le satisfacía era sistemáticamente destruido. Hay precedentes en la historia, es cierto, pero poquísimos, se me ocurre el singularísimo caso de Fernando de Rojas, un extraordinario escritor, con su única obra, la inolvidable "Celestina"; también pienso en Arthur Rimbaud, quien escribió la totalidad de su obra entre los catorce y dieciocho años, abandonando la poesía el resto de su breve vida; también me llama la atención el caso de Henry Roth, publicó su novela "Llámalo sueño" a los 28 años para no volver a escribir hasta sesenta años después. Durante mucho tiempo, Rulfo anunciaba que estaba escribiendo una nueva novela que tituló subrepticiamente "La cordillera". Nunca se supo si era cierto que estaba elaborándola, no se ha encontrado borrador alguno que confirme su existencia siquiera como proyecto. Yo mismo, después de leer sus cuentos y "Pedro Páramo" estuve expectante ante la aparición de la famosa novela, preguntando continuamente por ella en librerías.Para recomponer el orden cronológico de los acontecimientos de la novela, tuve que leerla dos o tres veces. Así, el comienzo trata de la llegada de Juan Preciado al pueblo, enviado por su madre recientemente fallecida con el encargo de ajustar las cuentas a Pedro Páramo, pero ayudado por la voz de su madre quien le describe el pueblo en sus mejores momentos, se encuentra con que todo lo que hay a su paso está muerto, no es un desierto natural como en la primera impresión que tuve, sino la obra de Pedro Páramo, como se vería. Se encuentra en un ambiente de fantasmas. El arriero que le acompaña en el camino, al que se le conoce con el nombre de Abundio, es el primer 'muerto' que encuentra, pero no sabe que está muerto, pues es un fantasma. Precisamente Abundio es un personaje clave en la obra, pero sólo aparece en el principio y en el final de la novela, en el principio para guiar a Juan al pueblo, en el final para matar a Pedro Páramo, .... Abundio, también hijo suyo. Hay un pasaje que describe la muerte por asfixia de Juan Preciado, pero hay que leer muy atentamente el libro para dar con él. Son los fantasmas que se encuentra quienes le cuentan lo que sucedió, y quién fue ese famoso Pedro Páramo, cuyo fantasma no aparece ni una sola vez en el periplo de Juan por el pueblo muerto. Así hay un contraste entre el pueblo vivo, avivado por las historias, sometido por la cruel tiranía del déspota cacique sin escrúpulos para robar y vejar los derechos de los demás dando fe a la definición que le dio el arriero a Juan en su llegada sobre él: "un rencor vivo".
Se cuenta la infancia de Pedro, y se ve cómo va forjando su carácter frío, implacable, falto de escrúpulos, extremadamente ambicioso, a medida que va viviendo circunstancias que le afectarían, la muerte de su padre, con su calculadora reacción preguntando a su destrozada madre: "¿Y a tí quién te mató, madre?". [Mucho tiempo después se casaría con ella para despojarla de su herencia] Más tarde, sucede la muerte de su hermano, al caerse de su caballo; muerte que alivia a los habitantes del pueblo pues es conocido por causar miles de altercados y ser autor de violaciones y robos con su pandilla de secuaces. Pedro Páramo no muestra sentimientos hacia nadie, ni siquiera a sus hijos, excepto hacia Susana San Juan, quien se muere volviéndose loca al no encontrar salida hacia su situación pues el propio Pedro mandó matar a su padre que se oponía a la unión de ambos. La muerte de Susana supone un momento de clímax en la historia, pues en el entierro las campanas repican sin parar, ello hace que los demás pueblos al oírlas creyesen que Comala estaba de fiesta. Con ello el entierro se convierte en una fiesta. Pedro ante esto se pone furioso, decide quemar los campos para matar de hambre al pueblo. Asiste a la quema cruzándose de brazos. Y ahí acaba la historia, cuando el arriero Abundio da con él y le mata. "... se fue desmoronando como si fuera un montón de piedras", dice despectivamente el autor para cerrar esta increíble novela.
Es impresionante ver cómo en tan solo 120 páginas se cuentan tantos sucesos como los acaecidos en esta historia. Su intensidad trágica me recuerda a la tragedia de Shakespeare "El rey Lear", pues tal vez sea la tragedia que más se acerca a los designios cósmicos que deciden el desenlace trágico de la pieza. Sin embargo, como contraste que equilibra y depura la dureza de la novela está su lenguaje poético, como se puede ver en el pasaje de las carretas, o del trozo de diálogo entre Juan Preciado y su niñera que se llamaba Dorotea: "- ¿Dices que te llamas Doroteo? - Da lo mismo, aunque me llame Dorotea, pero da lo mismo." Asombrosa resulta la fuerza con que las imágenes, dotadas de increíble plasticidad, repercuten en la memoria de quien lee estas páginas inolvidables. Asombroso resulta cómo retrata a un hombre como Pedro Páramo que consigue todo lo que se propone, anteponiendo los fines a los medios y, sin embargo, nunca es feliz; como define a su malogrado hermano Miguel como paradigma del ser insatisfecho sexualmente; la frustrada Susana San Juan que siempre añora a su primer marido muerto; al Padre Rentería con sus constantes remordimientos; al deseo de venganza del arriero Abundio, ... todo ello sin detenerse a dar sugestiones al lector acerca de la psicología de cada personaje. Rulfo se limita a presentar tales como fueron los hechos, fragmentados en un mosaico ustorio invitándonos a juzgar la naturaleza de la historia. Cuando se publicó la novela, en el año 1955, estaba entonces de moda el tipo de cine americano de grandes acontecimientos históricos con esos gags de poses y frases grandilocuentes que también sirven para entrar profundamente en la memoria de los espectadores, gracias a directores como William Wyler, Joseph Mankiewicz, Carol Reed, ...
Esta obra es representativa de un movimiento llamado "realismo mágico" por los críticos y los historiadores. Tal movimiento que también existió en pintura y que yo mismo cultivé, culminando esta experiencia en la Galería Infantas de Madrid, tenía sus ciertas deficiencias que lo llevaron por la senda de la polémica. Se trataba de seguir ciertos planteamientos heteróclitos que llevaban a la confusión de los lectores/espectadores en cuanto podía atentar contra la verdadera naturaleza tradicional de la técnica escogida: es un movimiento demasiado plástico para la literatura, -las grandes obras del "realismo mágico": 'Cien años de soledad', 'Pedro Páramo', 'La saga/fuga de J.B.', algunos cuentos de Cortázar y de Borges, tal vez el 'Paradiso' de Lezama Lima, ... no son representables, es inviable hacer cine con ellas, por ejemplo-; mientras que el realismo mágico pictórico está demasiado contaminado por los intereses literarios. Nada más conocer esta grave deficiencia que llevaría a este movimiento a su temprana muerte, a fines de los 70, renuncié a seguir su estela, y desde entonces, me planteé toda la vida a despojar a mi pintura de toda huella innecesariamente literaria.
Próximamente, haré un análisis sobre un cuento de "El llano en llamas" que he escogido para la ocasión, el que más me gusta: "Luvina".

lunes, 22 de septiembre de 2008

SOBRE EL DEPORTE

Curiosa es la vivencia que voy a contar ahora. De niño fui muy aficionado al deporte, especialmente, el fútbol; esto lo saben muy bien mis más íntimos allegados, mi hermano, mis primos, mis padres y mis tíos. A mis tiernos ocho años era forofo del Real Madrid, luego cuando fui creciendo me fui distanciando levemente de lo que es el forofismo, merced a una inteligente respuesta que me dio mi padre a una pregunta relevante cuando estaba viendo un partido. "Papá, ¿quién quieres que gane?" Me respondió, cuidándose que mi hermano estuviese presente para escuchar su respuesta: "Que gane el mejor". Mi padre jamás se dejó llevar por forofismos exclusivos, aunque es un gran aficionado del fútbol, de hecho es de esas personas que no se pierden un partido aunque sean de categoría regional. Es un enamorado de este deporte.
Otros deportes que seguía por la inercia de la tradición de aficionados de mi familia eran el ciclismo, -de niños jugábamos al Tour de Francia con chapas, era la época de Ocaña, Merckx, Gimondi, ...-, el baloncesto, el atletismo, ... Mi abuela seguía mucho el ciclismo, recuerdo. Pero en mi caso, cuando fui creciendo mi sensibilidad de artista se iba lentamente afianzando, de modo que cuando era adolescente no era forofo de nadie ni de nada, nunca tuve referentes ni siquiera artísticos. Seguía el fútbol y lo practicaba, como portero concretamente, pues como jugador de campo era un desastre: corría mucho, "chupaba" continuamente, y era extremadamente torpe con los pies. Todos los equipos me querían como jugador de campo, menos el mío, claro. Como portero, era ágil y con buenos reflejos, pero mis manos son de pianista, -palabras de un entrenador argentino que tuve-; no era muy alto, me faltaba físico y tal vez un poco más de seguridad. Entre dedicarme al fútbol, merced a una llamada que recibí para ser posible -que no probable- canterano del Real Madrid, y a estudiar Bellas Artes, me incliné por lo segundo, pues me veía y me veían los expertos mucho más dotado para las artes plásticas que para el deporte.
A partir de ahí, mi estrella de aficionado al deporte se fue apagando, conocí en mi carrera gente que lo despreciaba frontalmente, incluso traté con casos de personas que no veían nunca la televisión. No sé si eso me habría influido en mi posterior valoración de los eventos deportivos, pero sí tengo claro que ciertas cosas que han herido mi sensibilidad han decidido decisivamente. Mi sensibilidad es considerada por mucha gente que me conoce -no son palabras mayores- como fuera de común. No me enorgullezco de eso, pero sinceramente he de decir, que aunque me ha causado algunos ciertos problemas, me ha ayudado también mucho a desarrollarme como hombre y como artista.
El deporte hoy día es motivo de movilización de intereses ocultos y espúreos, de modo que las trampas están a la orden del día. El dopaje está haciendo mucho daño al deporte en todo el mundo, pero es que hay un algo más que también lo hiere, y es la sombra oculta que no ve nadie y que es lo que precisamente a mí me hiere la sensibilidad. Si los métodos para detectar sustancias prohibidas mejoran con los adelantos científicos y tecnológicos, también han mejorado los contrarios para enmascararlos y evitar que te pillen con anabolizantes hasta las orejas. ¿Quién me explica que un señor como Lance Armstrong que no subía ni un puerto de primera categoría al nivel de un escalador de élite mundial antes de su cáncer, después de dos años sin competir gane siete Tours seguidos de manera limpia? ¿Qué pasa con Michael Phelps, está verdaderamente limpio y no para de ganar oros olímpicos en las carreras que disputa? ¿es posible que Jeannie Longo que con sus casi 50 años estuvo a punto de ganar una medalla olímpica en Pekín, esté totalmente limpia? ¿Y Bolt, que el año pasado hizo tan mediocres marcas, cómo pudo explotar tan de repente y precisamente en las Olimpiadas? ¿Y Nadal, cómo puede seguir rindiendo al más alto nivel después de 88 partidos disputados? ¿y Federer, que siempre se envuelve de misterioso hermetismo en su preparación? ¿y las hermanas Williams, que ahora deberían estar quemadísimas? ¿y Justine Henin, la jugadora más bajita del circuito, cómo es posible que dominase a jugadoras mucho más corpulentas que ella con esos golpes tan demoledores? Demasiadas preguntas sin respuesta. Y eso que no hemos mencionado el fútbol. La adulteración del fútbol, ... el último gran fenómeno que fue pillado fue Maradona ... ¿qué hubiera sido de su gol ante Inglaterra si le hubieran cazado antes? La ficticia belleza del deporte, con trampas o sin ellas, como los ritos ancestrales de invocación al dios Dionisos, que solía aparecer en estado de embriaguez colectiva, según la tradición ática. Como si el deportista de élite fuera a reemplazar a los mitos cantados por el ciego Homero, ...
Hoy tengo cuarenta y seis años, no tengo la más remota idea de cómo va la Liga nacional. El otro día me enteré de que el Sporting estaba en primera porque me lo dijo mi padre. Tan solo veo tenis, me gusta el tenis actual gracias a la introducción, ya hace diez años de un nuevo cordaje que permite variedad de efectos, cuyo pionero fue Gustavo Kuerten. Pero no lo gozo igual que de adolescente, pues era inocente ante ese iceberg oculto que lo adultera todo: muchos años después el 'genial' McEnroe confesaba que había consumido en su mejor época esteroides para caballos. Incluso participo de vez en cuando en un foro de tenis en eurosport, con el mote de underwood, como homenaje a un jugador inglés de rugby, el otro deporte que me gusta. Pero cada vez me va aburriendo más esto.
Siempre que mi hermano y yo nos encontrábamos discutíamos sobre deporte. Ahora apenas hablamos de esto en nuestros encuentros. Cada vez disfruto menos, me importa poco el derecho a presunción de inocencia de muchos de los implicados. El deporte mueve masas y dinero. Y los intereses ocultos y espúreos siguen ahí, por tanto. El deporte sigue siendo motivo de gozo y de sorpresa. Pero está herido de muerte, podrido, oxidado por el orín envolvente del capital, de la política.
Nada me hace sentirme mejor que leer un buen libro o ver un bonito cuadro, aunque su autor lo haya realizado bajo los efectos del cannabis o de una copa de ron añejo o ajenjo. El mejor goce tiene que tener como base la ignorancia, para que sea goce sincero.

lunes, 1 de septiembre de 2008

SUEÑO CON UN MACROPROYECTO

Consiste en la transformación de mi estudio en una galería de arte donde exponga exclusivamente mis trabajos, aparte de tratar de hacerlos accesibles en el mundo exterior, podría considerarse una metáfora de la interrelación proporcional entre el macrocosmos del universo exterior y del microcosmos del hombre, el mundo interior. Las teorías maniqueas son las más esclarecedoras de todos los misterios. Como mi personalidad se desdobla en varias facetas, el proyecto abarcará todas ellas. La intención es estar constantemente creando, en todo momento, sé que en la práctica eso es imposible, pero la cuestión es no estar nunca sin hacer nada. Con ello, se exponen mis cuadros, se editan mis libros, unos de poesía, otros de narrativa y otros de ensayo. De puertas adentro, pues, los proyectos son cinco, cada uno con su autor ficticio bautizado con su consiguiente heterónimo, a la manera de Pessoa y de Kierkegaard. Así pues, la galería constará de cinco autores, todos sus nombres están decididos menos uno.
Todo irá paso a paso. En primer lugar, hay que poner línea de Internet en el estudio para canalizar las vías hacia el macrocosmos perpetuo y eterno en esta "globalización imparable de un mundo de buenos y malos". Son las bases plausibles para buscar galería y editores. La galería se hallará en contacto permanente con el bufete de abogados Kapler, S. A. para actualizar los derechos de propiedad intelectual. De este modo, todo lo que se haga en ella quedará legitimada bajo la firma de Fernando Fiestas. En segundo lugar, el espacio se transformará en, a la vez que espacio expositivo, espacio laboral, en él se halla el taller del pintor, el ordenador con todo su equipo, la biblioteca, el almacén de materiales y el despacho del escritor. Es a la vez, dormitorio y lugar de reflexión y de descanso. Tan sólo una obra, la de carácter investigador y científico, está prácticamente concluida, la labor actual es de recopilación de todas las experiencias vividas como explorador artístico en una acción que se puede definir como despictórica. Por último, se creará un blog exclusivo de la galería, que se hará público en cuanto se estime oportuno.

martes, 12 de agosto de 2008

KIERKEGAARD, I

Antes de comenzar a hablar de este genial autor danés, quiero dedicar unas líneas de admiración a la titánica labor aunque insuficiente del maestro español Miguel de Unamuno, que no sólo tuvo el valor de aprender danés -un idioma difícil para un latino- sino enfrentarse a los constantes sesgos irónicos de Kierkegaard. Eso constituye un problema leerlo, porque además hay que tener en cuenta que para leer correctamente danés hay que dominar un danés perfecto, puesto que a muchos daneses se les escapa K. Por eso digo que la labor de Unamuno no es suficiente, su libro "Del sentimiento trágico de la vida" es una obra banal comparada incluso con los textos tal vez menos relevantes de S. K. No hay que olvidar que traducir a K. es siempre un buen desafío para los traductores.
Casi toda la brillante obra de este filósofo, -que lo es, pese a sus constantes negativas-, es irónica. Y ello es un obstáculo más para interpretarlo correctamente. La sociedad de su tiempo nunca le comprendió claramente. No es que se pueda decir que su postura ante el cristianismo sea irónica, ya que fue buen cristiano, pero sí fue irónico al comentar sobre la dificultad de ser cristiano en una sociedad cristiana. Ironía romántica que no tiene nada que ver con la ironía contemporánea sugerida mucho más tarde por François Lyotard. Ese decir, soy cristiano, pero no me dejan, en lugar del esperado: soy cristiano, a pesar de todo, desató las iras de muchos pastores protestantes de su tiempo. Parece que ser religioso sin ironía se acerca mucho al fanatismo.
Ironía independiente de la socrática cuando el propio Sócrates postulaba que no sabía nada, cuando era consciente de que se podía llegar a saber un poco de todo, a través del método mayestático. Ironía que desató también en sus investigaciones humanísticas al creer que el método dialéctico para explicar el proceso histórico de una cultura social se podía aplicar al autoconocimiento personal del individuo. Si hay tres estados para el autoconocimiento absoluto de un sistema también los hay para el individuo mismo, en superación constante. Pero la ironía se tropieza con el 'impasse' de la elección personal. Y ahí chocó con las tesis cristianas, que tanto defendía, ya que el sistema de Hegel era, en el fondo, un sistema cristiano. Por eso, dándose cuenta de esa paradoja, cargó esa ironía tan mal interpretada por el señor Unamuno, pues Kierkegaard nunca quiso hablar de la tragedia del existir, sino todo lo contrario, apostaba fervientemente sobre el regalo añadido que supone para la existencia el conocimiento del propio sentido de la existencia misma. Pero, ¿por qué no lo dijo tan claramente? La respuesta sería muy similar a la que se podría dar para explicar los motivos de la ruptura de su compromiso matrimonial con Regina Olsen, disfrazados de forma retorcida en su larga carta epistolar publicada en castellano con el título "Temor y temblor".
Admiraba, como se ha visto, el modelo griego de ironía mayestática, ello explicaría su uso de heterónimos y de ejemplos dispares, analizados pormenorizadamente, para exponer sus tesis. Así tenemos al don Juan de Mozart enfrentado al cínico seductor Johannes, para explicar el primer paso del sistema dialéctico individual con el estado estético. Pero en su obra la ironía socrática, tan analizada en su primer libro, chocaría constantemente con la ironía romántica tan de moda en el mundo intelectual de su época. Así nació su gran obra "Enten/Eller", nada más romper con Regina Olsen, nada más regresar de Alemania y mofarse burlonamente de la moda Hegel imperante en su tiempo.
Hay detalles que me hacen pensar que tal mofa era irónica para disfrazar su disgusto y frontal desacuerdo con el Sistema Absoluto del idealismo alemán. Pero eso se verá otro día.

Escándalo "aislado"

Hoy no voy a cuestionar cuestiones genéricas sino a comentar un suceso que me ha herido la sensibilidad no sólo como hombre sino también como ciudadano a pie. Se trata de un hecho aislado, pero que tiene su relevancia mediática, no sé si afortunadamente o por desgracia. Un hombre, si es que se le puede llamar así, estaba agrediendo a su pareja sentimental; otro hombre defendió a esa mujer, como consecuencia de este acto heroico que muy pocos se atreven a hacer, por desgracia, recibió una soberana paliza del agresor de la mujer. Ahora se halla en estado muy grave. Espero por el bien de todos que se restablezca sin secuelas. No quiero pensar qué sucederá si se muere. Si ocurre esto, deseo que caiga todo el peso de la ley sobre el cobarde insensible que se dignó marcharse a la playa a Alicante como si el tema no fuera con él, poco antes de ser detenido. También le vendría bien un buen largo curso de educación rehabilitadora a la mujer que defiende a la "bellísima persona" que es el agresor, para que comprenda con claridad los conceptos de buena o mala persona. Entendámonos, nadie puede calificar de "bellísima persona" si favorece en especial a un solo ser y agrede a otros. Por eso me escandaliza el tema. Es verdad que ciertos hombres en esta sociedad han sido educados con la idea de que los seres queridos son de su propiedad como si de objetos materiales se trataran. Pero también es verdad que ciertas mujeres han sido educadas para servir sumisamente a sus parejas, por mucho que las agredan. El hecho añadido de que ambos sean toxicómanos ilustra bastante sobre la clase de autoestima que tienen. Pero si nos encontramos con que la mujer defiende a su agresor y no agradece en ningún momento la actuación del héroe que actuó en su defensa, ¿de qué ha servido toda la campaña mediática para que la sociedad actúe contra la violencia de género? ¿de qué sirven esos anuncios en los que se insiste que sí que es asunto nuestro y de todos el tratar de erradicar la violencia de género? El argumento que tienen los agresores de decir a quienes intervienen para evitar las agresiones que no es asunto suyo es más que fútil, sí es asunto de los que quieren evitar las palizas y sí es asunto de todos. Esta sociedad no admite animales.
Personas desafortunadas como la de esta mujer contribuyen a hacer un flaco favor en defensa suya propia. O es una estúpida o carece de autoestima, no se me ocurre una tercera vía para definir su actitud. (Sobre el hombre está claro que no tento ni segunda vía para definirlo) La solución no sólo pasa por encarcelar con penas severas a los cobardes agresores, que son todo menos hombres, sino también por educar y enseñar a esas mujeres a las que se han inculcado valores equivocados como que son mercancía de quien las posee pero no las quiere. El comentario irónico de la sufriente esposa del héroe: "Esta bellísima persona ha propinado dos palizas a mi marido" da una clara idea sobre la diferencia de nivel intelectual y de educación de los actores reales de este drama real.
Espero que hechos como éste sirva de reflexión para todos, y antes que nadie, a quienes deben predicar con el ejemplo, los políticos. como la actual presidenta de la Comunidad de Madrid, la misma persona que se haya horrorizada con la actitud de la mujer del agresor, llamó "bellísima persona" a un lenguaraz como Jiménez Losantos que sólo ha demostrado talento especial para insultar a quienes no piensan como él, [para luego dejarlo sólo e indefenso ante el juez ante la correctísima demanda del actual alcalde de Madrid, injustamente insultado en su momento por ese señor que no es ni siquiera periodista ni locutor.] Me preocupa la falta de coherencia e hipocresía de esa señora, pero eso ya es otro tema.